A propósito de la nueva ley de educación que discutirá el Parlamento venezolano, el presidente Chávez y su ministro Navarro han acusado a la masa inmensa y creciente de ciudadanos angustiados, opuesta al infecto instrumento legal, de predicar dos cosas: primera, que el Estado le arrebataría a sus padres la patria potestad y segunda, que el “imperio”, coludido con la oposición, prepara una nueva operación Peter Pan, como la de Cuba entre 1960 y 1962. Ambas cosas son, por supuesto, falsas.
Tontas maniobras diversionistas urdidas por alguna sala situacional oficialista con el fin arrastrar a polémicas equívocas a la gran mayoría que se opone resueltamente a la ley. No pasa un día sin que el presidente Chávez deje de repetir una y mil veces la tediosa cháchara, pero no parece que tales argucias tengan éxito. A falta de argumentos para defender lo indefendible, agita un trapo raído que nada significa y nada dice.
El ministro Navarro parece que descubrió la pólvora con el tema de Pedro Pan. Por la forma como lo menciona revela que se está desayunando con el asunto y por lo demás compra la versión oficial del gobierno cubano que por lo visto olvida el efecto causado por su imposición a la brava de la enseñanza socialista, con exclusión de las demás corrientes del pensamiento. Pedro Pan fue un acuerdo entre la Iglesia católica cubana, el Departamento de Estado y miles de padres, angustiados frente a la amenaza en ciernes de ver a sus hijos sometidos a una ideología oficial de pañoletas rojas, devocionario de héroes de la revolución, reconstrucción tendenciosa de la historia, disciplina militarizada y cantos rituales como A bella ciao y el himno del 26. Huyéndole a semejante futuro, unos 14 mil niños cubanos fueron trasladados a EEUU. La mayoría pudo reunificarse con sus padres, pero aproximadamente 800 debieron ser socorridos por organizaciones humanitarias. El temor de los padres era real, no era una simple ficción. Aunque hubiera aprovechamiento propagandístico en el marco de la lucha entre el gobierno norteamericano y el cubano, el genuino sentimiento de los amenazados fue el factor decisivo de aquella operación.
El proyecto de ley de educación incorpora la militarización y el socialismo como cepos para niños que no han alcanzado la plenitud de su discernimiento. Aunque la manipulación de la patria potestad sería un arrebato extremo que el instrumento normativo por el momento no incluye, el articulado en su conjunto es lo suficientemente grave como para que nadie se sienta aliviado. El régimen, no obstante, quiere poner a la oposición a centrarse en un tema ausente de la ley con el fin de “rebatirla” con mucha pompa y teatro y así evitar que la gente entre a analizar el masivo fórceps socialista que le espera a la educación venezolana.
¡Toda educación es ideológica!, clama el caudillo, tergiversando así el problema porque hay ideologías e ideologías. Una cosa es la educación que conecta al educando con el pensamiento universal y garantiza la libertad de cátedra, y otra fabricar castrados a quienes se les desconecta de todas las fuentes del saber. Entre una enseñanza libre, plural, con acceso a los variados productos intelectuales, y una imposición ideológica exclusiva y excluyente, hay exactamente la misma diferencia que hubo entre El Renacimiento y el oscurantismo medieval, o lo que es igual: la diferencia entre la plétora de la libertad del hombre y la triste y dogmática sumisión al poder. Ahora es igual: hombres y mujeres libres formados para asumir con conocimiento de causa y sin apremios su destino, o soldados socialistas duchos en la lectura de su catecismo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.