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miércoles, 20 de enero de 2010

Editorial El Nacional


Memoria y cuenta
Adiós, Cordiplan


La inclinación del Gobierno a improvisar sus decisiones ha sido confirmada en los últimos días. En la práctica, por la situación energética y por el manejo errático de los apagones y de la crisis del suministro eléctrico. En lo institucional, por la desaparición del Ministerio de Planificación y Desarrollo y su absorción por el Ministerio de Economía y Finanzas.

Cuando en 1958 se creó la Oficina de Coordinación y Planificación de la
Presidencia de la República el objetivo era eliminar la toma de decisiones
caprichosas y no coordinadas que había caracterizado a la administración
pública nacional. Por ello se le encomendó la elaboración del Plan de la
Nación.

Posteriormente, se crearon las Corporaciones Regionales de Desarrollo con el
fin de proponer y ejecutar planes de largo plazo que llevaran a la realidad
un proyecto de país. La más exitosa de ellas fue la Corporación Venezolana
de Guayana. Con excepción de esta última, que actualmente agoniza, dichas
corporaciones han sido eliminadas en la práctica.

La creación, fusión y eliminación de dependencias públicas, además de sus
cambios de nombre, sin más fundamento que los caprichos del Presidente, no
sólo ha multiplicado el número de ministerios y de burócratas, sino que ha
originado confusión en los propios servidores del Estado cuyos jefes,
planes, objetivos y tareas son cambiados sin ton ni son.

Este carrusel de improvisaciones se anuncia en las cadenas televisivas del
Presidente sin que se haya consultado ni enterado a la Asamblea Nacional,
los otros poderes del Estado, los sectores afectados ni la opinión pública.
Tal fue el caso del fracasado plan de racionamiento de electricidad en
Caracas y de la eliminación del Ministerio de Planificación.

Con esto último se anula un esfuerzo que contaba con más de cincuenta años
de experiencia y que fue muy exitoso durante sus primeras cuatro décadas.
Permitió, por ejemplo, que Venezuela fuera líder en la producción de energía
en América Latina y que a los venezolanos les fueran ajenas las penurias
propias de los apagones y los racionamientos.

Permitió también que se nacionalizaran las industrias del hierro y del
petróleo y se crearan las industrias nacionales de aluminio y acero. Porque
las inversiones se planificaban y se preveían los recursos para realizarlas.
La idea era no depender de los caprichos personales o de los cambios
climáticos. Con la eliminación de Cordiplan todo esto se acaba, porque al
Ministerio de Finanzas apenas si le alcanza el tiempo para ocuparse de
devaluaciones, controles de cambio, escándalos bancarios, repartos
presupuestarios y cupos de Cadivi.

Estos temas a menudo también deben cambiar de rumbo, de acuerdo con las
improvisaciones dominicales. En tales circunstancias, hubiera sido más
realista que al Ministerio de Planificación y Desarrollo, en vez de
fusionarlo con el de Economía y Finanzas, se le hubiera adscrito al programa
Aló, Presidente.

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