Yamandú Orsi, el candidato izquierdista que ganó las elecciones presidenciales en Uruguay este domingo 24 de noviembre, había criticado anteriormente al régimen de Nicolás Maduro, calificándolo de “dictadura” en declaraciones que seguramente no agradaron al venezolano.
En una entrevista en el American Business Forum celebrado en Punta del Este el pasado 18 de octubre, Orsi expresó: “Si no hay libertad, no imagino la democracia. Un país es democrático si hay libertad a la hora de elegir”, apuntando directamente a la falta de condiciones democráticas en Venezuela.
Con su pasión por la historia, Orsi diferenció la situación actual de Venezuela de las crisis políticas de las décadas pasadas, afirmando: “Lo que hoy pasa en Venezuela no es lo mismo que pasaba en los 70 y 80. En la última elección quedó claro que no fue un proceso limpio, el resultado es muy dudoso y sospechado”. Esta crítica directa a la legitimidad de las elecciones venezolanas del 28 de julio, consideradas por muchos como fraudulentas, debe haber sido un golpe para Maduro.
Orsi no dudó en etiquetar al gobierno de Maduro como “un régimen autoritario y, si se quiere, una dictadura”, mientras reconocía la complejidad de la situación política internacional. “No hay que hablar con ligereza porque lo que está pasando en el mundo es muy complejo”, añadió, mostrando una comprensión matizada de la situación, pero sin ceder en su crítica a las restricciones de libertad en Venezuela.
El nuevo presidente electo también abordó el impacto regional de la crisis venezolana, destacando la presión migratoria sobre los países vecinos y la necesidad de encontrar soluciones. “Los países de América del Sur sienten el peso de la inmigración de los ciudadanos venezolanos. Hay países vecinos que sufren una presión”, comentó, haciendo un llamado a una acción colectiva para ayudar a Venezuela a recuperar su democracia.
Anteriormente, Orsi había descrito el chavismo como un “sistema totalmente distinto” al autoritarismo clásico, subrayando el “desgaste de las herramientas democráticas” como una estrategia para consolidar un régimen autoritario. Aunque criticó duramente el proceso electoral venezolano, dejó abierta la posibilidad de invitar a Maduro a su asunción, mostrando así una apertura diplomática que contrasta con su dura crítica al régimen, una posición que sin duda no cayó bien en Caracas.
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