Un grupo de cinco opositores venezolanos lleva más de nueve meses refugiado en la residencia del embajador argentino en Caracas. Desde marzo, viven bajo constante vigilancia y enfrentan condiciones extremas que han convertido la mansión diplomática en una suerte de prisión.
Por infobae.com
Su historia refleja no sólo la persecución del régimen de Nicolás Maduro contra la disidencia, sino también el vacío de poder que dejó la expulsión de los diplomáticos argentinos tras el fraude cometido por el chavismo en las elecciones presidenciales de julio.
El pasado 10 de diciembre, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) condenó los continuos actos de hostigamiento contra la residencia diplomática. Según denunció la CIDH, estas acciones constituyen una vulneración de derechos fundamentales y de las normativas internacionales sobre asilo diplomático.
Desde que fueron acogidos en marzo, los cinco opositores han denunciado un incremento en las presiones ejercidas por las fuerzas de seguridad chavistas. Según contó a CNN Omar González, un miembro de 74 años del equipo de María Corina Machado, “la tortura psicológica es constante, estamos bajo vigilancia permanente, y nadie puede visitarnos sin autorización. El daño espiritual que sufrimos es tremendo”.
El ambiente de aislamiento se ha intensificado desde noviembre, cuando la empresa estatal de electricidad cortó el suministro de energía a la residencia. Las fuerzas de seguridad han bloqueado los alrededores, impidiendo la entrada de alimentos y combustible. Además, denuncian la presencia de drones, puntos de vigilancia y amenazas de irrupción al amanecer.
En un esfuerzo por visibilizar su situación, los refugiados ofrecieron una conferencia de prensa virtual en la que solicitaron a la comunidad internacional su intervención. “Somos civiles, activistas políticos cuyo único delito ha sido luchar por una Venezuela libre”, afirmó González.
Elecciones de julio: el detonante del conflicto
La crisis que llevó a estos opositores a buscar refugio tiene su origen en las elecciones presidenciales de julio. Nicolás Maduro se proclamó de manera fraudulenta como vencedor. El equipo de campaña de Edmundo González, el candidato opositor, presentó miles de actas de votación que demostraban su victoria.
Expertos internacionales consideraron legítimos estos documentos y cuestionaron la decisión del Consejo Nacional Electoral de declarar ganador a Maduro. Además, los resultados de los comicios han sido denunciados como ilegítimos por la comunidad internacional, que no reconoce a Maduro como presidente.
Edmundo González, quien ahora vive en exilio en España, prometió regresar a Venezuela en enero para instalar su gobierno, aunque enfrenta un posible arresto si vuelve al país. Miembros clave de la campaña de Machado han sido acusados de actividades terroristas y traición. Luego de las elecciones, la persecución se ha intensificado, obligando a muchos opositores a entrar en la clandestinidad o buscar asilo en el extranjero.
La residencia argentina en Caracas no solo simboliza el refugio, sino también el peligro latente para quienes desafían al régimen de Maduro. La propia María Corina Machado, una de las figuras más prominentes de la oposición, permanece escondida para evitar ser capturada.
Quienes quedan en la residencia han sido objeto de amenazas directas. “El gobierno ha dicho que acabaremos tras las rejas”, aseguró González. Uno de los seis refugiados, Fernando Martínez Mottola, dejó la residencia recientemente, informó CNN. Martínez Mottola se presentó ante la Fiscalía General para colaborar con las autoridades, aunque se desconoce su situación legal actual.
Vida bajo aislamiento
Dentro de la residencia, la vida de los cinco opositores transcurre en un equilibrio precario. Sin electricidad, solo cuentan con un pequeño generador diésel que encienden brevemente cada día para cargar teléfonos y bombear agua. “Es como estar encerrados en tu oficina, sin energía ni agua”, relató Claudia Macero, de 32 años, portavoz de Machado.
El aislamiento produce profundos efectos psicológicos. Omar González pasa su primera Navidad separado de su esposa tras 53 años de matrimonio. Mientras tanto, Magalli Meda, de 56 años, canaliza su angustia pintando. “Me gusta pintar caballos salvajes, pájaros escapando, jaulas abiertas… todo lo que siento”, confesó.
A pesar de la adversidad, el grupo intenta mantener una rutina. Pedro Urruchurtu, de 34 años, corre 8.000 pasos al día en el pequeño patio para preservar su enfoque. “Mantener hábitos es fundamental, como aprendimos en el confinamiento de la pandemia”, dijo.
La residencia, ahora bajo la custodia simbólica de Brasil, ha recibido críticas por su falta de protección activa para los refugiados. La bandera brasileña ondea en la entrada, pero no hay personal diplomático dentro del edificio. Mientras tanto, Argentina, que concedió asilo político a los refugiados, no ha podido garantizar su salida segura del país.
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