La diplomacia del micrófono, o más bien de X, le vuelve a pasar factura a Colombia. Un trino a las 3:41 de la madrugada de este domingo 26 de enero provocó la más dura crisis diplomática entre Estados Unidos y Colombia, que finalmente se resolvió a las 10:20 p. m.
Por eltiempo.com
La negativa a recibir dos aviones de migrantes colombianos deportados por el gobierno de Donald Trump provocó una dura reacción de la Casa Blanca contra Colombia, que incluso les revocó la visa a todos los funcionarios del Gobierno Nacional, así como a los miembros de su partido, quienes desde ahora no podrán ingresar a Estados Unidos. Algo que no se veía ni en los tiempos de Ernesto Samper, cuando el país fue desertificado.
Pero más allá de todas las implicaciones políticas y diplomáticas, que todavía están por conocerse –esta es la punta del iceberg–, queda en el aire el interrogante sobre el doble rasero que maneja la Casa de Nariño en materia de relaciones exteriores. Mientras Colombia, en cabeza del propio presiente Petro, maneja un duro tono en las relaciones con Estados Unidos, su principal socio comercial, con el régimen de Nicolás Maduro, al que pocos países del mundo reconocen y buena parte de la comunidad internacional rechaza, guarda prudencia.
El silencio del gobierno Petro sobre violaciones de derechos en Venezuela
Mientras el presidente Petro dice que los migrantes deportados no son tratados con dignidad –así lo corroboran varias denuncias– ha callado ante la violación de derechos humanos y las desapariciones en Venezuela.
“La omisión que ha tenido Gustavo Petro en tener una política de defensa con Venezuela, a sabiendas de la convivencia que hay entre Maduro y el narcotráfico por el que es buscado en Estados Unidos, esa omisión es un delito de traición a la patria. El Congreso debe tener en cuenta esto porque las actitudes y acciones deliberadas del presidente están generando un riesgo de seguridad. Lo del Catatumbo no es casual, es impulsado desde Venezuela”, aseveró la excanciller y vicepresidenta Marta Lucía Ramírez.
En esa línea opinó el analista político Fernando Posada, columnista de este diario. “Hace apenas semanas nos decían que la situación política de Venezuela había que abordarla con prudencia en la diplomacia. Aquí nunca ha habido prudencia en la diplomacia, solo complicidades. Al único gobierno al que Petro no se le ha enfrentado es al de Maduro”.
Antes de la toma de juramento de Nicolás Maduro en Venezuela, desde la Casa de Nariño y el Palacio de San Carlos (sede de la Cancillería) decidieron guardar silencio y fuentes del Gobierno aseguraban que se había optado por tener prudencia teniendo en cuenta que se comparte con ese país una frontera de más de 2.000 kilómetros.
Esa tesis la sigue sosteniendo el académico Alejandro Chala, politólogo de la Universidad Nacional: “Son realidades políticas, geopolíticas, económicas y estratégicas muy distintas”.
“La relación con Venezuela se da bajo un situación en la que se comparte una frontera de más de 2.200 kilómetros en la cual hay presencia de grupos armados ilegales. Es bastante complicado romper o ser más duros con esos lazos. Lo que pasó con el gobierno Duque con el endurecimiento de las medidas con el Gobierno Venezolano llevó a una crisis humanitaria (…). Es complicado ser más duro con un régimen que incluso ha permitido la presencia de grupos armados en su lado de la frontera. Es complicado romper con un vecino que es incómodo”, dijo el académico.
En eso varios analistas coincidieron con el Ejecutivo. Pero lo que ahora llama la atención es que no se aplique esa misma prudencia con el principal socio económico de Colombia, con quien históricamente se ha mantenido una relación entre Estados sin importar quiénes están en la presidencia.
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