
Cuando en 2018 María decidió escapar de la persecución de la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela y solicitar asilo en Estados Unidos no imaginaba que este país acabaría dándole la espalda y empujándola a regresar al régimen opresivo del que huyó. Pero esa es la pesadilla que viven ella y sus dos hijas, de 9 y 24 años, desde que Donald Trump ocupó de nuevo la Casa Blanca y colocó a los venezolanos como objetivo preferente de sus medidas contra la inmigración.
Por Tatiana Rodríguez | Artículo14
Trump decidió en una de sus órdenes ejecutivas revocar la extensión del Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) aprobada en las últimas semanas de la presidencia de Joe Biden y dejar bajo la amenaza de deportación a cientos de miles de venezolanos en Estados Unidos. “Si me deportan a Venezuela, el SEBIN (el Servicio Bolivariano de Inteligencia) me estará esperando en el aeropuerto”, cuenta esta abogada penalista que tuvo que escapar de Venezuela por el acoso del aparato represor chavista. Trabajaba como funcionaria en colaboración con los rectores universitarios y comenzó a ayudar a los estudiantes que protestaban contra Maduro y la asfixia financiera con la que ahogaba a las universidades díscolas.
“Cuando la Policía política del régimen se enteró, comenzó el acoso”, recuerda, en conversación con Artículo14. “El día que dije basta fue cuando un grupo de agentes detuvieron a mi hija por la calle”. Ese fue el punto de inflexión que la empujó a abandonar su país.
Ella obtuvo asilo en Estados Unidos y, con el tiempo, la residencia permanente, pero sus dos hijas siguen bajo el amparo del TPS y, tras las órdenes de Trump, en riesgo de perder su estatus migratorio en los próximos meses. Casada con un estadounidense, María, que prefiere no identificarse con sus apellidos, dice que si sus hijas son expulsadas de Estados Unidos, toda la familia se marchará. “No concibo estar en otro lugar que no sea donde están mis hijas”.
Según cuenta, el mayor impacto sería para la más pequeña. “Ella casi no se acuerda de Venezuela y apenas habla español; no sé cómo podría explicarle que nos tenemos que marchar de Estados Unidos”. La mayor estudia Producción de Televisión en la universidad y trabaja para poder pagarse sus estudios. Si pierde su estatus migratorio, tendrá que renunciar a sus sueños y perdería todo lo invertido hasta ahora en su carrera universitaria, algo muy costoso en Estados Unidos.
Desde Estados Unidos, donde se ha dedicado a labores de asesoría a inmigrantes en el país, ha mantenido su compromiso político con Venezuela. Es miembro del partido de la líder opositora María Corina Machado y colaboró activamente con la campaña presidencial de Edmundo González Urrutia el pasado julio. No podía imaginarse que Trump, que en su anterior presidencia desplegó una estrategia de sanciones y “máxima presión” para sacar a Maduro del poder, sería precisamente quien la obligará a retornar a la fuerza al país al que el chavismo convirtió en una cárcel. María es uno de los muchos venezolanos del sur de Florida decepcionados con las primeras decisiones de Trump.
Ella no pierde la esperanza de que aún “pase algo” que les permita seguir refugiadas en Estados Unidos. Pero este lunes, comenzaron los vuelos con los primeros deportados. Dos aviones con 190 venezolanos procedentes de Estados Unidos aterrizaron en Caracas, mientras Maduro comentaba la llegada edulcorándola y haciendo bandera.
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