
La imagen de la finca Bubalis hoy, con sus pastizales moviéndose al viento en medio de una soledad casi absoluta, contrasta con el esplendor febril y festivo que imperó allí hasta el 9 de abril de 2024, cuando su dueño, Samark José López Bello, fue detenido en esa propiedad de la isla de Guara, estado Monagas, por su presunta participación en el caso Pdvsa-Cripto.
Por Isabel Guerrero y Marcos David Valverde / Armando Info
A menos de un año de ese arresto, donde antes retumbaba el volumen de la música en vivo de las fiestas, priva ahora el silencio. En una caseta de vigilancia, en otro tiempo utilizada como depósito de fusiles para el resguardo del campo, sólo tres funcionarios adustos miran hacia la tierra despejada. En el suelo que antes pisaban búfalos y vacas, y de donde brotaban el maíz y la caraota, solo hay monte. En las bienhechurías donde se congregó parte de la nueva casta política y empresarial de Venezuela, ahora hay centinelas. Y en donde hubo derroche, ahora se levanta el polvo.
López Bello, tenido convencionalmente por secuaz del exvicepresidente de Venezuela, Tarek El Aissami -al punto que ambos cayeron en las redadas del caso Pdvsa-Cripto, y aparecen juntos en una acusación por narcotráfico presentada ante un tribunal federal de Nueva York en 2017-, construyó un muro de productividad y opulencia alrededor de sí mismo en un momento en el que en el exterior se levantaban otros muros para él, por los efectos de procesos judiciales y sanciones internacionales.
López había sido beneficiario del negocio del programa gubernamental de alimentación Consejos Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). A través de su empresa Postar Intertrade Limited, registrada en Barbados, importó toneladas de comida para este programa, convertido sin dilación en medio para prebendas y corrupción. En medio de su parábola, llegó a ser propietario en las sombras de Bancamiga, una de las entidades financieras de más rápido crecimiento bajo el chavismo. Pero ya se sabe cómo terminan aquellos que suben mucho y se atreven a mesar las barbas de los dioses.
Bien por reinvertir su fortuna, bien para aislarse del mundo que se le venía encima, López Bello regó las cerca de 50.000 hectáreas (o unos 500 kilómetros cuadrados, según los cálculos de fuentes consultadas) de Agropecuaria Bubalis con parte de ese maná que había cosechado durante muchos años como proveedor predilecto del Estado chavista, hasta convertirla en su Xanadú particular.
A diferencia del Xanadú en el poema Kubla Khan de Coleridge, Samark López levantó su remanso de placer junto a Delta Amacuro, el estado donde se crió y del que atesora recuerdos de infancia y de juventud. Allí, además, había ejercido la influencia de un taita benefactor, hasta que cayó en desgracia frente al régimen que por mucho tiempo lo favoreció.
En Bubalis, Samark López consiguió solaz, el reposo del guerrero de los contratos públicos. Pero no era un lugar invulnerable, aunque así lo quisiera o llegara a creer.
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